AVANZA EN EL PAÍS EL DESARROLLO DE VACUNAS CONTRA INFLUENZA, SARS-COV-2, FIEBRE AMARILLA Y CHIKUNGUNYA BASADAS EN ADENOVIRUS MODIFICADOS POR INGENIERÍA GENÉTICA
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De la mano de la Red Argentina de Vacunas de Interés Nacional para Enfermedades Infecciosas (RAVINEI), un grupo de investigadores de distintas provincias, coordinado por Osvaldo Podhajcer, de la Fundación Instituto Leloir, utiliza como vectores adenovirus modificados genéticamente para obtener vacunas inhalables e intramusculares contra cuatro enfermedades de interés regional y/o mundial. Se trata de una plataforma innovadora, que acaba de demostrar su eficacia en estudios preclínicos y cuyos resultados se publicaron en la revista Nature Partner Journal (NPJ) Vaccines.
La flamante Red Argentina de Vacunas de Interés Nacional para Enfermedades Infecciosas (RAVINEI) da sus primeros pasos con una buena noticia: en un artículo publicado en la revista NPJ Vaccines, parte de sus integrantes demostraron en animales la eficacia de su innovadora vacuna contra el SARS-CoV-2 (bautizada CoroVaxG.3-D.FR), que se basa en usar como vectores a adenovirus modificados por ingeniería genética. Se trata de la misma plataforma que van a utilizar también para el desarrollo, en los próximos cuatro años, de otras vacunas de interés regional y mundial: una combinada contra COVID-19 e Influenza (inhalable), una contra chikungunya y otra contra fiebre amarilla (inyectables).
“Basados en la experiencia de más de 20 años de nuestro grupo en el uso de vectores adenovirales para terapia génica en cáncer, cuando irrumpió la pandemia nos enfocamos en adaptarlos para diseñar una vacuna que protegiera contra COVID-19. Así, avanzamos con una candidata que, tras ser testeada en animales de laboratorio, demostró que protege de la enfermedad severa, neutraliza al virus –incluso a la variante Ómicron BA.1– y evita su diseminación a otros órganos como el cerebro”, aseguró Sabrina Vinzón, investigadora del CONICET en el Laboratorio de Terapia Molecular y Celular (LTMC) de la Fundación Instituto Leloir y autora principal del estudio recientemente publicado.
“Este trabajo nos ha permitido establecer una plataforma vacunal apta no sólo para COVID-19, sino también para otras enfermedades infecciosas, algo que se suma a nuestra investigación en cáncer”, agregó el investigador del CONICET Osvaldo Podhajcer, jefe del LTMC y coordinador de la RAVINEI, que está integrada por el grupo COVAC, que reúne a investigadores de la FIL, del Hospital Italiano de Buenos Aires y del ANLIS (Instituto Malbrán e Instituto Maiztegui, de Pergamino); la Red Misionera de Vacunas para Enfermedades Infecciosas de Interés Provincial (REMIVIP), cuyo investigador responsable es Andrés Ruuth, del Instituto Misionero de Biodiversidad (IMiBio), en Puerto Iguazú; y el grupo de Tecnología Farmacéutica y del Aerosol de la Planta Piloto de Ingeniería Química (PLAPIQUI), que depende del CONICET y la Universidad Nacional del Sur (UNS), en Bahía Blanca, a cargo de María Verónica Ramírez-Rigo.
La RAVINEI fue uno de los 23 proyectos seleccionados por un grupo de expertos entre los 149 que se presentaron a una convocatoria del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MinCyT) y surgió como una respuesta a la creciente amenaza que implican para la salud pública y las economías de todo el mundo las enfermedades virales zoonóticas (transmitidas de animales a seres humanos). Esto quedó demostrado con la reciente pandemia provocada por SARS-CoV-2, el récord de casos y muertes producidas en nuestro país por el dengue este año y los brotes de mpox (viruela símica) registrados en 2022 en diferentes partes del mundo. A eso hay que agregarle el peligro que representan otras enfermedades infecciosas: sin ir más lejos, se estima que las epidemias anuales de gripe estacional provocadas por el virus de la influenza causan entre 3 y 5 millones de casos de enfermedad grave y entre 290.000 y 650.000 muertes en todo el mundo.
Lo que se viene
Desde la primera vacuna con la que contó la humanidad –para tratar la viruela, allá por 1796–, a lo largo de la historia surgieron nuevas tecnologías que dieron lugar a otros desarrollos exitosos: mientras las de primera generación apelaron al uso de virus atenuados o inactivados, las de segunda generación se basaron en utilizar partes específicas del germen (proteínas, por ejemplo) para disparar la inmunidad. Pero la pandemia de COVID-19 impulsó una tercera generación de vacunas, que está basada principalmente en el uso de vectores virales (sobre todo adenovirus) y ARNm encapsulado.
“De las 11 vacunas aprobadas por la OMS para uso de emergencia contra el SARS-CoV-2, cinco son de tecnologías tradicionales, dos de ARN mensajero y cuatro de vectores adenovirales”, señaló Podhajcer. Por su parte, María Verónica López, investigadora de CONICET en el LTMC, coautora principal del estudio publicado en NPJ Vaccines y miembro de COVAC, añadió: “Nuestra amplia experiencia en el uso de vectores adenovirales en cáncer muestra que éstos son fáciles de modificar genéticamente, se pueden fabricar de manera rápida y económica, son relativamente seguros e inmunogénicos en humanos y, lo que es muy importante, no requieren almacenamiento en cadena de ultra frío”.
Para el investigador de CONICET en el LTMC, Eduardo Cafferata, también coautor principal del estudio y miembro de COVAC, “eso los convierte en una plataforma ideal para una distribución equitativa global o para su almacenamiento”.
Es por eso que el grupo del LTMC se focalizó en esa tecnología para el desarrollo de CoroVaxG.3-D.FR, una vacuna inyectable contra COVID-19 que, según el artículo en NPJ Vaccines, usada como refuerzo “podría brindar una inmunización amplia y de larga duración contra algunas variantes del SARS-CoV-2, incluida Ómicron, y además sería una buena candidata para aquellas personas que todavía no recibieron ninguna dosis”. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), hasta septiembre de este año apenas el 35,5% de la población de países de bajos ingresos había recibido al menos una dosis contra la enfermedad.
La RAVINEI busca seguir capitalizando el avance alcanzado y ahora se propone generar una vacuna inhalable y combinada contra SARS-CoV-2 e Influenza, dos diferencias con la vacuna ARVAC Cecilia Grierson, recientemente aprobada por la ANMAT contra el COVID-19. Además, avanzará con otras dos vacunas, en estos casos intramusculares, para fiebre amarilla y chikungunya.
Como los virus de la Influenza y del COVID-19 se transmiten a través de las vías respiratorias, no son pocos los esfuerzos por buscar generar inmunidad en la propia mucosa nasal. De hecho, ya se aprobaron al menos dos vacunas para COVID-19 intranasales en China e India y existen cerca de 100 en testeo, de las cuales 20 están en fases clínicas; además, hay estudios clínicos de fase 2 terminados con una vacuna inhalable para Influenza.
“En todos los casos se trata de vacunas basadas en vectores adenovirales. Aunque aún se necesitan más estudios para confirmar su eficacia y seguridad, el desarrollo de vacunas inhalables para COVID-19 e Influenza podría tener un gran impacto en la prevención de estas enfermedades y en la reducción de su propagación. Aspiramos a generar una respuesta inmune más amplia, efectiva y duradera, que dará la posibilidad de aumentar los intervalos de vacunación entre las dosis recomendados en la actualidad”, resaltó Podhajcer. Y añadió: “Esta necesidad es reconocida por expertos a nivel global y está comprobado que para vacunas inhalables nuestra plataforma de adenovirus es superior, incluso, a las de ARNm. Se considera que son el futuro de la nueva generación de vacunas inhalables”.
En cuanto a fiebre amarilla y chikungunya, si bien son enfermedades relevantes en la región, lo cierto es que a nivel mundial no son consideradas prioritarias. “En el caso de la primera, existe una vacuna desde la década del ‘40 pero al basarse en un virus atenuado presenta una serie de contraindicaciones que hacen que se desaconseje su administración a embarazadas y lactantes, personas inmunocomprometidas y aquellos con hipersensibilidad a las proteínas de huevo de pollo”, resaltó Vinzón, co-coordinadora de la RAVINEI. Y agregó: “Además, los grandes brotes se caracterizaron por problemas con la insuficiente oferta de vacunas, ya que los fabricantes dependen de procesos tradicionales lentos que les impiden aumentar la producción”.
Para chikungunya todavía no existen vacunas en el mercado ni tratamientos disponibles, pero según los expertos de la RAVINEI ya se ha demostrado que los vectores adenovirales constituyen una tecnología ventajosa para enfrentarlo.
“En base a toda la experiencia ganada por nuestro grupo en estos años, tenemos la convicción de que hemos logrado una plataforma acorde a las necesidades para generar vacunas innovadoras contra cuatro virus que son de alto impacto”, concluyó Podhajcer.
Del artículo publicado en NPJ Vaccines también participaron Paula Berguer, Ariadna Soto, Diego Viale, Jimena Afonso y Mauro Heitrich (FIL); los grupos dirigidos por Alexis Edelstein, Elsa Baumeister y Andrea Pontoriero, donde participaron también Luciana Vázquez, Leonora Nusblat, Ariel Vilardo, Martín Avaro, Estefanía Benedetti, Mara Russo y María Dattero (ANLIS-Malbrán); el grupo dirigido por Hugo Ortega junto a Eduardo Belotti y Natalia Salvetti (Centro de Medicina comparada de la Universidad del Litoral, Santa Fe); Alejandro Cristofalo y Lisandro Otero (Universidad Nacional de San Martín y Universidad Nacional de Río Cuarto); y Mauricio Carobene (UBA). Colaboración destacada: Maximilano Sánchez Lamas, de la start up Vaxinz.
La investigación fue financiada por la Agencia I+D+i, a través de un subsidio de Fonarsec y un PICT-O.
Fuente: Agencia CyTA-Leloir