ESPAÑA: EL OTRO RIESGO AL VOLANTE, CUANDO EL PELIGRO VIENE DEL BOTIQUÍN

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Carlos tiene 54 años, maneja todos los días al trabajo y jura que nunca bebe si va a conducir. Tampoco usa el celular, respeta los límites de velocidad y hasta revisa los frenos una vez por mes. Pero hace poco, en el control médico para renovar su licencia, le dijeron algo que nunca había considerado: uno de sus medicamentos podía dejarlo fuera del volante.

No se trataba de una infracción común. Carlos toma clonazepam para dormir mejor, un ansiolítico que, como muchos otros fármacos, puede causar somnolencia, reflejos lentos y pérdida de coordinación. A partir de ese día, entendió que no solo el alcohol o el cansancio pueden comprometer su seguridad en la ruta. A veces, el riesgo viene en forma de pastilla.

Conducir bajo los efectos de la medicación: el enemigo invisible

Cada vez más estudios confirman que entre el 5% y el 10% de los accidentes de tránsito están vinculados al consumo de medicamentos. Y no hablamos solo de sustancias raras o potentes. Muchos tratamientos habituales —ansiolíticos, antihistamínicos, analgésicos fuertes, incluso gotas para los ojos— pueden afectar la capacidad de reacción de quien está al volante.

La Dirección General de Tráfico (DGT) en España ya tomó nota. Hoy, al renovar la licencia de conducir, no alcanza con ver bien y tener buenos reflejos: también se evalúa si el conductor está tomando alguna medicación que comprometa su aptitud para manejar. Y si no hay un informe médico que lo autorice, la renovación se puede negar.

¿Qué medicamentos deben vigilarse?

Hay fármacos muy comunes que pueden interferir con la conducción sin que uno se dé cuenta. Por ejemplo, las benzodiacepinas, como el alprazolam o el lorazepam, suelen recetarse para tratar la ansiedad o el insomnio, pero pueden generar somnolencia, mareos e incluso pequeñas lagunas de memoria. No es difícil imaginar lo peligroso que puede ser eso cuando uno está al mando de un auto.

Algo parecido ocurre con los opioides y analgésicos fuertes, como el tramadol o la morfina. Aunque se usan para aliviar dolores intensos, también disminuyen los reflejos y la capacidad de atención. En el caso de los antihistamínicos, como la loratadina o la cetirizina, conocidos por combatir las alergias, pueden provocar visión borrosa y lentitud de reacción, sobre todo en las primeras tomas o con dosis más altas.

Los anticonvulsivos, indicados para tratar epilepsia o ciertas neuralgias, no se quedan atrás. Medicamentos como la fenitoína o el ácido valproico pueden producir fatiga y problemas de coordinación, lo que en la práctica es tan riesgoso como manejar con sueño.

Incluso los colirios oftálmicos, tan inofensivos a simple vista, pueden dificultar la visión durante varios minutos después de su aplicación. Algunos, como la tropicamida, dilatan la pupila y distorsionan la percepción de la luz o las distancias.

Y si hablamos de enfermedades crónicas como la diabetes, es importante saber que tanto la insulina como ciertos antidiabéticos orales pueden generar hipoglucemias: una baja repentina de azúcar en sangre que causa mareos, desorientación y visión nublada. Todo eso puede suceder sin previo aviso mientras se maneja, con consecuencias impredecibles.

¿Qué pasa si tomás alguno de estos medicamentos?

La normativa es clara: si tomás un fármaco que puede afectar la conducción, necesitás un informe médico favorable para renovar tu licencia. Si no lo presentás, la DGT puede rechazar tu solicitud e incluso suspender tu permiso de conducir. También pueden aplicarse sanciones y, en caso de accidente, el seguro podría no cubrirte.

Esto no significa que no puedas manejar nunca más. Pero sí implica que tenés que informarte, asesorarte y actuar con responsabilidad.

¿Cómo cuidarte y evitar sorpresas?

  1. 1. Leé el prospecto siempre. Si tu medicamento tiene un triángulo rojo en el envase o indica que afecta la conducción, no lo ignores.
  2. 2. Consultá a tu médico o farmacéutico. No se trata solo de lo que tomás, sino de cómo lo tolerás. Algunos efectos varían según la persona.
  3. 3. Solicitá el informe médico si lo necesitás. Para tratamientos prolongados (como ansiolíticos, insulina o medicación para la apnea del sueño), el informe es obligatorio.
  4. 4. No subestimes síntomas. Si sentís mareos, fatiga o visión borrosa, postergá la conducción. El auto puede esperar.

El volante y el botiquín: una convivencia posible

Conducir no es un acto mecánico. Es una tarea compleja que requiere todos nuestros sentidos, reflejos y atención. Por eso, antes de subirse al auto, hay que pensar también en lo que uno se tomó en el desayuno, en lo que indicaba esa receta médica o en cómo nos sentimos realmente.

Como le pasó a Carlos, muchas personas se sorprenden al descubrir que lo que consideran una rutina médica inocente puede tener consecuencias graves en la ruta. Pero, con buena información, seguimiento profesional y responsabilidad, el riesgo puede evitarse.

Porque la seguridad vial también empieza en casa. Y, a veces, en el cajón del baño.