MÁS PLATA PARA LAS OBRAS SOCIALES: UNA SEÑAL DE ALIVIO

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Por primera vez en mucho tiempo, las obras sociales sindicales recibirán un refuerzo económico que podría representar un alivio para la situación crítica que atraviesa buena parte del sistema de salud argentino. El diario La Nación fue el primer medio en consignar las negociaciones reservadas entre el sindicalismo y el Gobierno, que desembocaron en una decisión concreta: se comenzará a distribuir más de $60.000 millones en concepto de reintegros. Se trata de fondos trabados desde hace meses, correspondientes a prestaciones ya realizadas, muchas de ellas de alto costo.

El acuerdo se cerró luego de una serie de reuniones entre el ministro de Salud, Mario Lugones, y dirigentes de la Confederación General del Trabajo (CGT), con la participación de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS). El desembolso se concretará en tres tramos, entre octubre y diciembre, y beneficiará a las prestadoras que hayan presentado correctamente sus expedientes ante el organismo de control.

Si bien técnicamente se trata de una devolución de gastos ya realizados, la reactivación del circuito de pagos representa un impacto positivo para un sector exigido por el aumento sostenido de los costos médicos y la demora en la recepción de fondos.

 El fondo que estaba, pero no se usaba

Los recursos provienen del Fondo Solidario de Redistribución (FSR), nutrido por el aporte obligatorio de trabajadores formales, cuya función es precisamente sostener el equilibrio del sistema. Sin embargo, una gran parte de este dinero —se estima más de $300.000 millones— permanecía inmovilizado en una cuenta del Banco Nación durante la gestión anterior, generando intereses sin ser aplicado a su fin original. Algunas versiones también apuntan a que parte de los fondos liberados proviene directamente de partidas presupuestarias del Tesoro asignadas al área de salud.

La decisión política de destrabar parte de esos recursos permite avanzar en el pago de deudas acumuladas. En este primer tramo, por ejemplo, OSECAC —una de las obras sociales más grandes del país— recibirá $6.000 millones de los $9.000 millones reclamados. El resto de las entidades percibirá montos proporcionales, según la antigüedad y validez de sus solicitudes presentadas.

Señales en un contexto sensible

El anuncio llega en un momento políticamente delicado, a pocos días de las elecciones legislativas y con el oficialismo intentando reconstruir vínculos con sectores del sindicalismo. Para algunos dirigentes gremiales, esta medida puede interpretarse como un gesto de acercamiento del Gobierno. Otros, en cambio, la leen como una acción largamente demorada que finalmente se ejecuta por necesidad, sin condicionamientos.

Lo cierto es que el vínculo entre Lugones y el sector gremial de salud es de larga data, y eso facilitó el entendimiento. Desde su llegada al Ministerio, ha promovido una agenda orientada a sostener el funcionamiento del sistema sanitario, más allá de las tensiones políticas.

Por su parte, la Superintendencia de Servicios de Salud, ahora bajo la conducción de Claudio Stivelman, continúa con su plan de control y reorganización del sistema. Esto incluye intervenciones a obras sociales inactivas o que carecen de la cantidad mínima de afiliados. De las casi 300 registradas, muchas están operativas solo en lo formal, pero enfrentan serias dificultades financieras.

Una oportunidad para recomponer

La reapertura del flujo de recursos no resuelve los problemas estructurales del sistema, pero ofrece una oportunidad para estabilizar las cuentas de las obras sociales, ordenar pagos atrasados y retomar prestaciones clave. Esto resulta especialmente importante en áreas como discapacidad, enfermedades de alta complejidad y tratamientos con medicamentos costosos, donde las interrupciones o demoras afectan directamente a los pacientes.

Además, pone en evidencia que el sistema cuenta con herramientas propias que, cuando se activan, pueden generar un impacto significativo. El desafío será mantener esta línea de acción en el tiempo y evitar que los reintegros sigan acumulando retrasos.

Aunque no se trata de una solución definitiva, el inicio de los pagos pendientes es una señal concreta en un escenario incierto. Permite que muchas entidades recuperen capacidad operativa y den continuidad a servicios esenciales.

En un país donde el sistema de salud actúa como red de contención ante las crisis económicas, cada decisión que mejora su funcionamiento representa también una inversión en bienestar colectivo.

Más allá del alivio inmediato para las obras sociales, esta medida podría tener un efecto positivo sobre la industria farmacéutica, especialmente en lo relacionado con medicamentos de alto costo. Si las entidades logran regularizar pagos y mejorar su liquidez, se podrían agilizar los procesos dentro de la cadena de provisión, reduciendo demoras que puedan existir en los pagos a laboratorios y droguerías.

En un contexto donde la sostenibilidad del acceso a tratamientos críticos es clave, la circulación de recursos fortalece también a un sector estratégico como el farmacéutico, que depende en gran parte de la salud financiera del sistema prestador para sostener su actividad.

Lo que sigue dependerá de que este impulso no se agote en lo coyuntural, sino que se transforme en una política sostenida de responsabilidad y cuidado sobre un bien esencial: la salud de millones de trabajadores y sus familias.