RÍOS CON HUELLAS DE MEDICAMENTOS: QUÉ FÁRMACOS APARECEN EN LAS AGUAS DEL GRAN BUENOS AIRES

Un estudio científico encendió una señal de alerta sobre la contaminación por medicamentos en ríos y arroyos de la región metropolitana de Buenos Aires. La investigación, publicada en la revista Environmental Toxicology and Chemistry, fue realizada por especialistas del Centro de Investigaciones del Medioambiente (CIM), dependiente del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata, con apoyo de la CICPBA.

El trabajo, muy bien reflejado en una nota del portal Infobae, se enfocó en cursos de agua que desembocan en el Río de la Plata, incluyendo los ríos Luján, Reconquista y Matanza–Riachuelo, además de arroyos clave como Del Gato, Maldonado, El Pescado —que atraviesan La Plata, Berisso y Ensenada— y el Espinillo, en el partido de Magdalena. El objetivo fue claro: identificar la presencia de residuos farmacéuticos y analizar cómo influyen la urbanización y la infraestructura sanitaria.

Del campo a la ciudad: cómo cambia la contaminación

Los resultados muestran un contraste marcado. En zonas rurales, las muestras de agua contienen en promedio dos o tres fármacos. En cambio, en los tramos urbanos, aparecen residuos de casi todos los medicamentos analizados, un total de 16 compuestos.

Según explicó Daniela Pérez, becaria del CONICET en el CIM y primera autora del estudio, el ranking de los fármacos más detectados está encabezado por la carbamazepina, un antiepiléptico ampliamente prescripto. Le siguen el paracetamol, el ibuprofeno y el atenolol, utilizado para tratar la hipertensión arterial y la arritmia. “Son medicamentos de grupos terapéuticos muy distintos, lo que muestra la amplitud del fenómeno”, señaló.

El estudio también identificó variaciones vinculadas a la época del año. Algunos compuestos aumentan su presencia en función de cambios en los hábitos sociales. Es el caso del sildenafil, utilizado para la disfunción eréctil, que aparece con mayor frecuencia durante los meses de verano, un patrón que los investigadores asocian a un incremento estacional de su consumo.

En invierno, en cambio, se registra un aumento generalizado de residuos farmacéuticos. “Durante los meses fríos suben las prescripciones, lo que refleja una mayor incidencia de enfermedades”, explicó Pérez. Un ejemplo claro es el salbutamol, utilizado para el asma y otras afecciones respiratorias, cuya presencia en el agua crece en línea con el clima frío.

Las precipitaciones también juegan un rol: las temporadas de lluvia tienden a diluir las concentraciones, reduciendo temporalmente la detección de algunos compuestos.

Para ordenar los resultados, los investigadores clasificaron los medicamentos detectados en cuatro grupos, según su frecuencia y concentración: dominantes, frecuentes, raros y ocasionales. Esta categorización permitió observar no solo qué fármacos aparecen, sino también cuáles persisten y en qué condiciones ambientales.

El rol clave de las cloacas y las descargas invisibles

Uno de los hallazgos más relevantes del estudio es que los cursos de agua que reciben descargas de plantas de tratamiento cloacal presentan los niveles más altos de contaminación. Sin embargo, la investigación también detectó cantidades significativas de medicamentos en zonas sin red cloacal, lo que sugiere la existencia de descargas clandestinas, pozos ciegos y posibles filtraciones desde rellenos sanitarios mal impermeabilizados.

Para Pedro Carriquiriborde, investigador del CONICET en el CIM, estos mecanismos podrían estar facilitando el paso de residuos farmacéuticos hacia las aguas subterráneas, y desde allí a las superficiales. “Nuestra hipótesis era que existe una relación directa entre los asentamientos humanos, la disponibilidad de servicios sanitarios y la calidad del agua, especialmente en lo que respecta a la contaminación por fármacos”, explicó.

Los medicamentos llegan al ambiente principalmente a través de la excreción humana y animal, pero también por la eliminación inadecuada de sobrantes domiciliarios.

Al contrastar los datos locales con estudios de otros países, el equipo encontró tanto coincidencias como diferencias. La carbamazepina aparece en concentraciones similares a las registradas a nivel internacional, algo esperable dado que se prescribe en más de 100 países.

Distinto es el caso del paracetamol. “Los niveles que encontramos son muy superiores a los reportados en otros lugares del mundo”, advirtió Carriquiriborde. Para los investigadores, esto refleja una ingesta mucho mayor en la Argentina, una tendencia que ya había sido observada y que el estudio refuerza con nueva evidencia.

También se detectaron particularidades en el consumo de psicofármacos, con una menor presencia de algunos compuestos comunes en el hemisferio norte y una mayor frecuencia de otros, vinculados a patrones regionales de prescripción en salud mental.

Una investigación pionera en la región

El trabajo se destaca por ser el primer estudio regional que analiza la contaminación por fármacos en aguas superficiales con un diseño pensado específicamente para evaluar la relación entre poblamiento, infraestructura sanitaria y residuos farmacéuticos. La comparación entre áreas rurales y urbanas, y entre zonas con y sin cloacas, permitió demostrar que la infraestructura influye de manera decisiva, aunque su ausencia no garantiza aguas libres de contaminación.

Para Daniela Pérez, el desafío va más allá del diagnóstico científico. “Es fundamental entender que lo que ingerimos y descartamos no termina su ciclo en el inodoro o en el tacho de basura. Esos residuos llegan al agua o al suelo, y terminan afectando al ambiente y a todos los seres vivos”, subrayó.

La investigación deja un mensaje claro: los medicamentos salvan vidas, pero su uso masivo y su descarte sin control están dejando una huella silenciosa en los ríos que atraviesan la vida cotidiana del área metropolitana.