CLAVES PARA ACOMPAÑAR A LOS NIÑOS EN MOMENTOS DE URGENCIA
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Para un niño, asistir a la guardia de un hospital puede resultar estresante e incluso generar temor, especialmente ante una urgencia. En estos casos, sus padres suelen ser sus principales referentes. Por eso, es imprescindible que ellos puedan mantener la calma y saber cuáles son sus principales necesidades para poder acompañarlo y transmitirle confianza.
Cuando un niño se enferma, tiene fiebre, dolor, o sufre alguna lesión, es frecuente que se realice una consulta en la guardia. Si bien la ansiedad del momento suele depender de la complejidad de la situación, es común que se generen preocupaciones y temores, tanto del niño como de sus padres.
Ya sea durante la atención ambulatoria, o si es necesario que permanezca en observación o internado, el niño tiende a percibir todo lo que sucede a su alrededor y a generar emociones en función de ello. Observará atentamente qué hacen los adultos que lo acompañan e incluso, los profesionales. Por ello, es fundamental hacerle sentir tranquilidad y explicarle todo lo que sucede.
Recursos para afrontar la situación y favorecer el tratamiento
En este sentido, se recomienda utilizar el recurso de anticipación, es decir, contarle al niño o adolescente a dónde se está dirigiendo, para qué y por qué motivo, focalizándose en los síntomas que presenta. Es importante transmitirle en todo momento el verdadero objetivo del tratamiento, que es la curación: el niño llega a la institución para recuperarse y así después poder volver a su casa y continuar con su rutina. En caso de quedar en observación o internado, se le debe informar sobre lo que está viviendo y las etapas que deberá transitar en un lenguaje apropiado para su edad.
Muchas veces se cree que ocultar o no dar cierta información es una forma de protegerlo. Sin embargo, en la mayoría de los casos esto es contraproducente. Por ejemplo, si el paciente sale de la observación o se despierta luego de una cirugía y se encuentra con una realidad diferente a la que esperaba.
Por ese motivo, es clave que los profesionales prepararen a los padres para afrontar la situación. Es que, en estos casos, el paciente no es solo el niño, sino también su familia. Es necesario que éstos manejen toda la información: qué decirles, cómo explicarles lo que está pasando y cómo responder a sus inquietudes. También qué no decir, cómo expresarlo, e incluso qué caras poner, dado que el lenguaje no verbal en la comunicación puede llegar a ser incluso más importante que las palabras: es más lo que se muestra que lo que se dice.
Al momento de entrar a la consulta con un médico, es fundamental que la familia no se muestre ansiosa, sino segura y confiada, aunque no se sienta así realmente. Así se podrá favorecer la adhesión a las intervenciones o al tratamiento que haya que darle. El niño siempre los estará mirando y registrará todo lo que ocurra a su alrededor.
La guardia de un hospital suele ser un lugar muy concurrido por otros niños y sus acompañantes, por lo que puede aumentar la ansiedad. Por eso, al momento de dirigirse hacia ella, se recomienda llevar material para la espera para hacerla más llevadera y dinámica.
¿Qué es la psicoprofilaxis?
Numerosos estudios revelan que, si se asiste al entorno como paciente, los resultados son mejores y más positivos. La psicoprofilaxis es un proceso por el cual se prepara al niño y a sus padres para afrontar una experiencia médica que suele generar muchas emociones, entre ellas ansiedades, miedos y demás, para poder entender a qué se deben esas emociones.
Desde el lugar de los profesionales, en compañía de la familia, se trabaja sobre la psicoeducación, que consiste en adaptar el lenguaje médico específico a un lenguaje que pueda entender el niño según su edad y que también lo puedan entender los padres.
Algunas formas de hacerlo, pueden ser:
· A través de dibujos o gráficos. Se le puede explicar en qué consisten los procedimientos, para que entienda de qué manera se lo está ayudando.
· Mediante juegos. En el caso de la internación, se puede incluir al paciente en el proceso previo a la intervención o tratamiento.
· Utilizando muñecos de trapo. Los niños pueden jugar a ser doctores con los muñecos y practicar aquellos procedimientos que se les van a realizar de manera activa y protagónica, por ejemplo, dándoles una inyección o dibujando un vendaje en la zona en la que serán tratados.
Las necesidades del niño
Otra parte de la preparación de la familia para encarar estos procesos, consiste en conocer cuáles son las principales necesidades y preocupaciones que predominan en cada momento de la vida del niño y así poder apoyarlo en todo momento.
En el caso de los bebés recién nacidos y hasta los 3 años de edad, se recomienda generar situaciones lúdicas fuera del ambiente de observación o internación. Suelen comenzar a tener miedo a lo desconocido, por lo que se sugiere la compañía de la familia y en caso de internación, llevar objetos con los que tenga un lazo afectivo.
Cuando son más grandes, una buena opción es dejar que ayuden durante los procedimientos jugando con gasas y vendas o dejando que venden a sus muñecos o peluches para que luzcan igual que ellos.
Entre los 6 y 11 años, se sugiere hablar con ellos acerca de lo que sucede para que puedan comprenderlo. Además, se recomienda generar espacios de distención, que los hagan sentir en un entorno familiar.
En esta etapa, comienzan a sentir vergüenza, y en ciertas ocasiones, dudan al tener que revelar sus temores. Por esto, es necesario reafirmar que la enfermedad no es culpa de ellos y que el tratamiento no es un castigo.
Mientras tanto, en los púberes y adolescentes, habrá que considerar aspectos de gran importancia, tales como la imagen corporal, el desarrollo sexual y el estatus entre sus pares.
Por este motivo, se recomienda cuidar la autoestima y la privacidad así como respetar su individualidad separada de la de sus padres.
También es posible que oculten sus pensamientos y preocupaciones por la confusión o la falta de comprensión. Por ello, es importante que sean partícipes en la toma de decisiones y responsabilidades médicas.
Cuando un niño se enferma, tiene fiebre, dolor, o sufre alguna lesión, es frecuente que se realice una consulta en la guardia. Si bien la ansiedad del momento suele depender de la complejidad de la situación, es común que se generen preocupaciones y temores, tanto del niño como de sus padres.
Ya sea durante la atención ambulatoria, o si es necesario que permanezca en observación o internado, el niño tiende a percibir todo lo que sucede a su alrededor y a generar emociones en función de ello. Observará atentamente qué hacen los adultos que lo acompañan e incluso, los profesionales. Por ello, es fundamental hacerle sentir tranquilidad y explicarle todo lo que sucede.
Recursos para afrontar la situación y favorecer el tratamiento
En este sentido, se recomienda utilizar el recurso de anticipación, es decir, contarle al niño o adolescente a dónde se está dirigiendo, para qué y por qué motivo, focalizándose en los síntomas que presenta. Es importante transmitirle en todo momento el verdadero objetivo del tratamiento, que es la curación: el niño llega a la institución para recuperarse y así después poder volver a su casa y continuar con su rutina. En caso de quedar en observación o internado, se le debe informar sobre lo que está viviendo y las etapas que deberá transitar en un lenguaje apropiado para su edad.
Muchas veces se cree que ocultar o no dar cierta información es una forma de protegerlo. Sin embargo, en la mayoría de los casos esto es contraproducente. Por ejemplo, si el paciente sale de la observación o se despierta luego de una cirugía y se encuentra con una realidad diferente a la que esperaba.
Por ese motivo, es clave que los profesionales prepararen a los padres para afrontar la situación. Es que, en estos casos, el paciente no es solo el niño, sino también su familia. Es necesario que éstos manejen toda la información: qué decirles, cómo explicarles lo que está pasando y cómo responder a sus inquietudes. También qué no decir, cómo expresarlo, e incluso qué caras poner, dado que el lenguaje no verbal en la comunicación puede llegar a ser incluso más importante que las palabras: es más lo que se muestra que lo que se dice.
Al momento de entrar a la consulta con un médico, es fundamental que la familia no se muestre ansiosa, sino segura y confiada, aunque no se sienta así realmente. Así se podrá favorecer la adhesión a las intervenciones o al tratamiento que haya que darle. El niño siempre los estará mirando y registrará todo lo que ocurra a su alrededor.
La guardia de un hospital suele ser un lugar muy concurrido por otros niños y sus acompañantes, por lo que puede aumentar la ansiedad. Por eso, al momento de dirigirse hacia ella, se recomienda llevar material para la espera para hacerla más llevadera y dinámica.
¿Qué es la psicoprofilaxis?
Numerosos estudios revelan que, si se asiste al entorno como paciente, los resultados son mejores y más positivos. La psicoprofilaxis es un proceso por el cual se prepara al niño y a sus padres para afrontar una experiencia médica que suele generar muchas emociones, entre ellas ansiedades, miedos y demás, para poder entender a qué se deben esas emociones.
Desde el lugar de los profesionales, en compañía de la familia, se trabaja sobre la psicoeducación, que consiste en adaptar el lenguaje médico específico a un lenguaje que pueda entender el niño según su edad y que también lo puedan entender los padres.
Algunas formas de hacerlo, pueden ser:
· A través de dibujos o gráficos. Se le puede explicar en qué consisten los procedimientos, para que entienda de qué manera se lo está ayudando.
· Mediante juegos. En el caso de la internación, se puede incluir al paciente en el proceso previo a la intervención o tratamiento.
· Utilizando muñecos de trapo. Los niños pueden jugar a ser doctores con los muñecos y practicar aquellos procedimientos que se les van a realizar de manera activa y protagónica, por ejemplo, dándoles una inyección o dibujando un vendaje en la zona en la que serán tratados.
Las necesidades del niño
Otra parte de la preparación de la familia para encarar estos procesos, consiste en conocer cuáles son las principales necesidades y preocupaciones que predominan en cada momento de la vida del niño y así poder apoyarlo en todo momento.
En el caso de los bebés recién nacidos y hasta los 3 años de edad, se recomienda generar situaciones lúdicas fuera del ambiente de observación o internación. Suelen comenzar a tener miedo a lo desconocido, por lo que se sugiere la compañía de la familia y en caso de internación, llevar objetos con los que tenga un lazo afectivo.
Cuando son más grandes, una buena opción es dejar que ayuden durante los procedimientos jugando con gasas y vendas o dejando que venden a sus muñecos o peluches para que luzcan igual que ellos.
Entre los 6 y 11 años, se sugiere hablar con ellos acerca de lo que sucede para que puedan comprenderlo. Además, se recomienda generar espacios de distención, que los hagan sentir en un entorno familiar.
En esta etapa, comienzan a sentir vergüenza, y en ciertas ocasiones, dudan al tener que revelar sus temores. Por esto, es necesario reafirmar que la enfermedad no es culpa de ellos y que el tratamiento no es un castigo.
Mientras tanto, en los púberes y adolescentes, habrá que considerar aspectos de gran importancia, tales como la imagen corporal, el desarrollo sexual y el estatus entre sus pares.
Por este motivo, se recomienda cuidar la autoestima y la privacidad así como respetar su individualidad separada de la de sus padres.
También es posible que oculten sus pensamientos y preocupaciones por la confusión o la falta de comprensión. Por ello, es importante que sean partícipes en la toma de decisiones y responsabilidades médicas.
Por Carolina Micha (MN.27874), Psicóloga especializada en internación, Coordinadora del Servicio de Juego Terapéutico de los Sanatorios de Swiss Medical Group