PREMIO L´ORÉAL-UNESCO PARA LA CIENTÍFICA QUE DISEÑÓ LA VACUNA ARGENTINA CONTRA EL COVID-19

Visto: 295

PREMIO L’ORÉAL – UNESCO “POR LAS MUJERES EN LA CIENCIA” 2023

Juliana Cassataro fue distinguida para continuar con el desarrollo de “ARVAC Cecilia Grierson”.

En 2020, apenas declarado el confinamiento por la pandemia del coronavirus, Juliana Cassataro sintió que no era momento de quedarse en su casa. Como científica del CONICET, ella se había especializado en el desarrollo de vacunas: tenía que poner en acción lo que había estudiado a lo largo de toda su formación. Hacia mediados de abril, se instaló junto a su equipo de trabajo en el laboratorio del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIBIO, CONICET-UNSAM) para estudiar los papers internacionales sobre COVID-19 que se iban publicando y pensar de qué modo unir su expertiz científico con las de la industria farmacéutica. Tres años después, la líder del desarrollo de “ARVAC Cecilia Grierson” -la primera vacuna diseñada y producida íntegramente en Argentina como refuerzo contra el COVID-19- acaba de ser reconocida con el Premio L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia”.

“Quisimos hacer lo máximo que pudiéramos con nuestra capacidad. Sabíamos que Argentina tenía buena ciencia y buena industria farmacéutica, así que nos propusimos contactar esas capacidades para hacer una vacuna propia”, dice la investigadora que lideró el desarrollo de una vacuna de industria nacional contra el COVID-19. En el proyecto participaron más de quinientos profesionales y técnicos de distintas disciplinas de veinte instituciones públicas y privadas del país. Entre ellas se encuentra la Fundación y el Laboratorio Pablo Cassará, en cuyas plantas se está produciendo actualmente la vacuna, que ya fue aprobada por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).

“Evaluación de la respuesta de anticuerpos contra antígenos de SARS-COV-2 en una subpoblación de participantes del ensayo fase 2/3 de la vacuna ARVAC Cecilia Grierson”, se titula el proyecto por el que fue premiada Cassataro. “En este proyecto en particular, con la vacuna ya aprobada, queremos evaluar la respuesta inmune de un subgrupo de voluntarios en mucosas –explica la científica de 49 años, que también es profesora de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM)-. Porque de la vacuna en general ya se presentaron los resultados de respuesta inmune de anticuerpos en sangre y ya vimos que es muy buena. Ahora queremos identificar si además hay una respuesta en saliva”. Y agrega: “Ser líder de este proyecto siendo mujer es un desafío constante. Lamentablemente no tenemos tantos ejemplos de liderazgo femenino. Pero creo que las mujeres tenemos que sacarnos la culpa y hacer lo máximo que podemos siempre, ocupar los lugares que nos interesan, porque nadie nos va a esperar cuando no estemos”.

El camino elegido

El derrotero de Cassataro desde su infancia hasta el desarrollo de la vacuna contra el COVID-19 estuvo marcado por dos rasgos: la vocación temprana y la influencia de la educación pública. “Yo desde el jardín de infantes cursé todo en la educación pública. Soy una agradecida de esa educación, que me llevó hasta acá. Ya desde muy chica me interesaba muchísimo todo lo que era ciencias de la vida, los animales, las plantas, leía mucho”, dice la investigadora, que pasó su infancia en Mar del Plata. El primer incentivo hacia la carrera científica le llegó de la mano de sus abuelos, que le compraban libros de biología. En la secundaria, que cursó en el Colegio Illia de la ciudad balnearia, la inspiraron sus profesores de biología, química y matemática. “Eran docentes apasionados. Creo que eso es lo que me hizo estudiar Biología en la Universidad de Mar del Plata, donde tuve una formación excelente”, recuerda.

Como siempre le habían interesado las Ciencias Médicas, una vez que terminó de cursar se mudó a Buenos Aires para cursar materias relacionadas con genética y biología molecular y hacer su tesis de licenciatura. Al egresar, hizo un doctorado en inmunología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA, orientado específicamente al desarrollo de vacunas, que cursó gracias a una beca del CONICET. “Era sobre vacunas a DNA, que en ese momento era bastante de ciencia ficción, algo muy desconocido. Esa formación en el desarrollo de vacunas fue clave para mi futuro”, advierte.

Otra constante a lo largo de su carrera, según Cassataro, fue “la suerte, por llamarla de algún modo. Porque logré que todos mis proyectos fueran avanzando a diferentes grados. Una vez que finalicé el doctorado tuve financiamientos de la Fundación Bill y Melinda Gates por siete años para desarrollar compuestos para mejorar la aplicación de vacunas orales. También trabajé con el laboratorio TSK (Trust in Science). Creo que todo ese conocimiento y formación, con un formato de trabajo científico, especializándome en vacunas y con una relación muy fuerte con el ámbito empresarial, es lo que hizo que en pandemia, cuando pudimos trabajar con el laboratorio Cassará, fluyera muy bien y avancemos bastante rápido”, asegura.

La última de las características que signaron su carrera es el esfuerzo. “Siempre tomé con muchísima responsabilidad al trabajo. Quizás por el hecho de ser mujer y madre, cuando hice el proyecto financiado por la Fundación Bill Gates, por ejemplo, mis hijas eran pequeñas y yo sentía que tenía que trabajar más por si un día se enfermaban y tenía que faltar. Tenía un tema con la autoexigencia muy grande, que siempre lo tuve, y que creo que lamentablemente hay que tenerlo para llegar a los lugares que una quiere. Sumado a que la maternidad es un momento muy fuerte para todas las trabajadoras, y se juega un conflicto muy fuerte entre tener que estar mucho tiempo en la casa y a la vez tener que estar en el trabajo”. La científica añade que “lo que aprendí de mi experiencia es si uno hace lo que quiere y disfruta de lo que hace lo tiene que transitar con la menor culpa posible. La vida se trata siempre de elegir algún camino, y nunca nada sale perfecto, pero hay que hacer lo máximo posible. De eso se tratan los fracasos, los errores. No hay previsión posible. Es caminar, seguir, avanzar. Si yo miro para atrás, creo que eso es lo que hice siempre”.

Un sueño hermoso

Con todo su expertiz a cuestas y el mundo en confinamiento, en 2020, Cassataro reunió a su equipo de trabajo en el laboratorio dispuesta a trabajar a contrarreloj para encontrar una vacuna que contrarreste los devastadores efectos del coronavirus. “Para ese entonces mis hijas tenían 16 y 13, edades en la que ya se podían manejar solas en la casa y yo venir todo el tiempo al trabajo. Pero otras compañeras sí tenían chicos más chicos que yo, y si bien fue mucho más complicado para ellas, lo hicieron igual, no faltaron al laboratorio ni un día”. Ya habían desarrollado plataformas para otras vacunas. Se asociaron con el Laboratorio Casará en un codesarrollo. “Sabíamos que nosotros no podíamos ir tan rápido como en otras partes del mundo, donde comenzaron a aparecer las primeras vacunas, pero sí podíamos trabajar para lo que justamente se necesita ahora, que son los refuerzos de las vacunas”. Cuando en 2021 comenzaron a aparecer las mutaciones del coronavirus, como Alpha, gamma, Delta y Ómicron, supieron que estaban en el camino correcto. “Era necesario trabajar en vacunas de refuerzo que sirvieran para las nuevas variantes”, rememora Cassataro. “Nos planteamos un trabajo que iba a durar más, pero pensado en una producción nacional, una vacuna que se pueda desarrollar desde cero acá”.

El objetivo que se propusieron fue diseñar una vacuna similar a las que se usan para la hepatitis B o para el HPV, que se llaman de proteínas recombinantes. Son vacunas seguras, que se aplican incluso en bebés y embarazadas. “Las elegimos porque había plantas de producción de estas vacunas en Argentina en laboratorios como el de Fundación Cassará. Y además, inducen anticuerpos que evitan que el virus ingrese, se llaman anticuerpos neutralizantes, contra diferentes variantes. Y otro punto importante es que son estables a temperatura heladera por hasta 18 meses. Eso, en lo que es la logística, también era una ventaja en comparación con otras”.

Para llegar a la vacuna atravesaron todas las fases de rigor: la fase preclínica, en la que estudiaron los efectos de la vacuna en el laboratorio en sistemas de cultivos y modelos animales; la fase uno de primeras pruebas en seres humanos; la segunda fase clínica, donde repitieron la prueba en seres humanos en más cantidad de población; la tercera fase, en la que cotejaron la respuesta inmune en una porción más grande de personas. Para todas esas fases reunieron dos mil voluntarios de lugares como Salta, Córdoba, Mar del Plata, La Plata. Los resultados positivos en cada una de esas fases derivaron en que el 18 de octubre pasado se presentara en sociedad la primera vacuna de fabricación argentina: “ARVAC Cecilia Grierson”.

“Mucha gente nos pregunta qué necesidad hay de hacer una vacuna argentina si ya están disponibles otras del exterior, o en un momento en el que ya estamos la mayoría vacunados. Pero la realidad es que el virus sigue mutando. Entonces, por un lado, aunque estemos vacunados si el virus muta la respuesta inmune que se indujo por la vacuna previa deja de reconocerlo. Sobre todo los adultos mayores y las personas de riesgo es posible que necesiten refuerzos, y a la vez es necesario prepararse para un cambio muy importante en variantes, que podía derivar en una nueva pandemia. Ojalá que no pase, pero nosotros ya tenemos todas las capacidades logradas y estamos preparados para futuros desarrollos contra COVIC-19, además de tener ya la capacidad instalada para pensar en nuevos desarrollos”, asegura Cassataro.

Con el premio L´Oréal, ahora van a evaluar en una nueva fase de la vacuna su eficacia a través de las mucosas, es decir la saliva, de un nuevo grupo de voluntarios. “Me enteré que había ganado este premio el mismo día que presentamos la vacuna ARVAC. Yo ese día estaba eufórica”, admite Cassataro. “Ganar un premio como el L´oréal para mí es un orgullo. Una siempre vio quiénes fueron las otras premiadas, siempre fue gente que admiré. Es un premio que visibiliza el trabajo de muchas mujeres y la importancia que tiene trabajar en ciencia, que además es algo realmente hermoso”, concluye la científica.

Fuente: Conicet | Por Cintia Kemelmajer