LA INDUSTRIA TIENE GRAVES PROBLEMAS DE RELACIONES PUBLICAS, DICEN EN EEUU

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Por “cuestiones políticas, conspiración o graves problemas de relaciones públicas”, la industria farmacéutica se ha convertido en el “mayor villano” de Estados Unidos, a la que fustigan desde Hillary Clinton a Donald Trump, admiten analistas estadounidenses, que recomiendan un golpe de timón para superar la controversia de los precios de los medicamentos .

Jonathan Garcher y Madeleine Armstrong, analistas de JP Morgan en un artículo titulado “Búsquedas sectoriales de formas de convertir el debate de precios” admiten que desde septiembre pasado, cuando la candidata Hillary Clinton habló de “especulación de precios”, el comentario fue acompañado por una caída de la imagen de la industria farmacéutica entre el público, que no pudo ser remontada.

Pero no solo HIllary Clinton o su rival demócrata, el senador socialista Bernie Sanders, apuntan duro contra la industria. Hasta el republicano Donald Trump, en un reciente mitín de campaña, ante un millar de asistentes en Farmington, New Hampshire, acusó a la industria farmacéutica de practicar un lobby muy fuerte en Washington para impedir que Medicare tenga el poder de negociar el precio de los medicamentos con los laboratorios.

Las prácticas de Turing Farmaceutics y su presidente ejecutivo, Martin Shkreli, el “hombre más odiado de Estados Unidos” después de aumentar el precio del medicamento Darapim en 5.555 por ciento, la decisión de Pfizer de mudarse a Irlanda para pagar menos impuestos o los mil dólares del precio de lista de la píldora de Sovaldi de Gilead, colocaron a la industria farmacéutica en el centro de las críticas, en un año electoral.

Los directivos de las empresas farmacéuticas aseguran que están luchando por conseguir “una respuesta creíble” a las críticas, pero que actitudes inflexibles como la de Gilead “no están ayudando”, comentaron durante una reciente jornada organizada por JP Morgan para debatir hacia el "interior" de la industria como mejorar la imagen corporativa.

La actitud inflexible de Gilead quedó en evidencia en Massachusetts, donde la procuradora general del Estado, Maura Healey, le envió una carta al CEO de la multinacional, John Martin, advirtiéndole que un precio de 84 mil dólares para el Sovaldi y de 94.500 para Harnovi (ambos medicamentos contra la Hepatitis C) "pueden constituir una práctica comercial desleal, que viola la ley estatal".

La procuradora advirtió en su carta que, en consecuencia, está dispuesta a iniciar acciones legales contra la multinacional, con sede en California.

Sin embargo, el director de operaciones de Gilead, John Milligan, desestimó las críticas sobre la fijación de precios a las que calificó de “mero tema de campaña” durante una de las sesiones de trabajo de JP Morgan.

Tampoco el ostracismo de Turing en los medios de comunicación o que el FBI terminó arrestando a Shkreli por estafador, no resolvieron la cuestión de fondo sobre la imagen de la industria farmacéutica, escribieron Gardner o Armstrong, para el sitio especializado EP Vantage.

“En JP Morgan y reuniones satélites, líderes de la industria han estado debatiendo como borrar la imagen de un sector que para la opinión pública parece mucho  más preocupado por los beneficios que por las personas”, analizaron.

De hecho, JP Morgan ha estado recomendando algunas estrategias de contención, especialmente ante la certeza de que el gobierno estadounidense adoptará una línea dura con los nuevos medicamentos de alto costo.

La cuestión de fondo, que debaten los especialistas, es si esta pérdida de imagen “fue auto-infligida o es el resultado de las influencias externas nefastas” adjudicadas a los políticos y a los medios de comunicación.

Roh Cohen presidente de Acorda Therapeutics y presidente de la Organización de Innovación Biotecnológica, aseguró  durante la jornada de trabajo de JP Morgan en San Francisco que la industria de seguros  de Estados Unidos “cuenta con un plan estratégico para culpar a la industria farmacéutica para los altos costos de atención médica”.

“Ellos han estado ejecutando extremadamente bien y han tomado el terreno alto, no en el sentido moral, sino en el sentido militar”, disparó Cohen.

“Tomar esa tierra alta ha sido, por supuesto, fácil, cuando se revelaron las prácticas de Turing y Valeant, y cuando el sector no ha estado para nada unido en sus respuestas y los jugadores que han demostrado innovación como Gilead, han sido tercos en su respuesta”,  escribieron Garcher y Armstrong.

“Que queremos como industria?”, se preguntó Philippe Lopes-Fernades, director de desarrollo de negocios de Merck KGaA de Alemania. “Podemos proteger nuestros márgenes y complacer a Wall Street. O  podemos proteger nuestra innovación, y que será un aporte para el bien mayor, y si protegemos nuestra innovación podemos complacer a nuestros inversores”.

Cohen alertó que hay muchos proyectos legislativos en Estados Unidos –federales y estaduales- que apuntan a “leyes de transparencia” en  los precios de los medicamentos.

El argumento de quienes proponen esas leyes es que si un medicamento costó 2.6 mil millones de dólares como el Sovaldi, “si usted recibe 11 mil millones el primer año, eso no parece muy justo”.

Pero Cohen sugirió que la industria debería insistir  en explicar “la necesidad de una recompensa por la inversión en un entorno de investigación de alto riesgo, en los que el fracaso es más común que el éxito”.

Sara Radcliffe, directora ejecutiva de la Asociación de Ciencias de la Vida de California, brindó una explicación a favor de los altos costos: “si alguien me dice ¿Por qué cuestan tanto las drogas?, yo suelo responder: sucede que el cáncer y el Alzheimer no se han curado aún”.